Pensamientos de una Dama y un Caballero.

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“Se acerca hacia a mí, con andares elegantes y mirada sinuosa”.

“Ella me observa acercarme. Sus cabellos de rizos de algodón caen sobre sus desnudos y blancos hombros”.

“¿Qué estará pensando? Es guapo, pero no parece ser nada interesante. Mejor no mostraré interés”.

“¿Le gustaré? Ansío tenerla entre mis brazos y poder decirle que sería de gran agrado poder acariciar su fina piel de pétalos de rosas”.

“Ahí viene, ya está muy cerca, fingiré desinterés”.

“No parece ahora mirarme, ¿le habrá molestado que me fuera acercando a ella? Pero es tan bella… necesito escuchar su voz…”

“No puede ser, sigue acercándose, no, ya está aquí. Finge que te llaman y aléjate de él, solo puede ocasionarte problemas”.

“No, se aleja, ¿por qué mi bella dama? ¿Acaso me conocéis?”.

“Tonta como tú sola, aún te sigue, pero entre esta muchedumbre podré ocultarme”.

“No te escaparás de mi mirada de águila. Volaré hasta donde lleguen tus pies y aguantaré lo que las rocas aguanten la marea. Y por mucho que te alejes, yo siempre estaré a un paso de ti mi bella dama, siempre y para toda la eternidad”.

“Desataré huracanes de ira contra tus incansables andares a mi espalda. Domaré animales salvajes contra tu voluntad que aun dudo si sea pura. Caballero, no me sigáis”.

“Pues ni el más fiero animal ni la peor catástrofe natural podrá con mis fuerzas por conseguir escuchar tu voz, que sin poderlo remediar y atreviéndome a pensar, será como la de los ángeles en primavera y en las noches de luna llena y estrellas brillantes”.

“Tu insistencia me asusta, pero aún más el desenfrenado deseo que empieza a brotar de mi pecho por saber las hermosas palabras que podrían escuchar mis oídos salir de tus labios, por favor no me sigáis, pues no estaría bien que hablara con tan apuesto caballero”.

“Tus pasos cada vez son más lentos y tu corazón se acerca sin cesar al mío. Hermosa Dama, detened vuestros pasos de temores y afrontar vuestros deseos que percibo que existen cada vez con más fuerza”.

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“La gente nos mira, sus ojos se clavan en mi figura que huye de la vuestra. Pero mi corazón detiene mi huida cada vez más y sin poderlo evitar. Al final conseguiréis alcanzarme”.

 “¿Dónde estáis? Por un momento os perdí. Pero no me rendiré. ¡Ah! ¡Ahí estáis! En el precioso balcón del gran salón de baile, mi Dama me espera”.

“Mis nervios brotan como burbujas en el agua. Ya llegó. Tiene los ojos verdes. Su sonrisa parece sincera, ¿Qué tal serán sus palabras?”.

“Ahora que por fin tengo delante a mi Dama, las palabras parecen no querer salir. El corazón se acelera y la sangre parece fluir en mi cuerpo de forma rauda y febril”.

—¿El caballero llegará a decir alguna palabra?

“No puedo creerlo, su voz es más fina, dulce y cálida que la de los ángeles”.

“Sonríe. Parece que mis palabras le agradaron”.

—Si no es mucho pedir, me gustaría poder bailar con la dama, si ella acepta.

“Sus palabras son educadas y voz suave pero varonil. Quiero bailar contigo hoy, y todas las noches de aquí hasta que la marea rompa la dura piedra y ciegue a la fugaz mirada del águila”.

—Sería todo un honor complacer ese deseo.

“Por fin mi mano puede rozar la suya. Deseo que consiga mantener enjaulado al salvaje animal y calmada a la fuerte naturaleza de este amor que ha surgido en esta noche de baile, con las estrellas amparándonos y la luna llena alumbrando nuestro camino de finos cristales de sueños”.